"Honey white, honey white
Honey white
Made a deal for some angel food
Honey white, honey white
Everybody told her it was sweet and good yea
Oh honey, oh honey
Oh honey, oh honey"
Todo empezó a través de una aplicación para conocer personas. Atrás quedaron los tiempos de las revistas para solitarios, los apartados aéreos, incluso las salas de chat. Ahora todo se reduce a un "hot or not" en el que siempre he salido descartado. Hasta ese día.
Vivíamos relativamente muy cerca (cosa sorprendente para una aplicación en la que abundan mujeres que viven fuera de mi ciudad), ya que podría ir a la casa de ella en bicicleta sin esforzarme físicamente. Recuerdo que me impactaron mucho sus ojos. No eran de un color llamativo, pero su expresividad era enorme. En las fotos que ella compartió en esta app, siempre se veía esmeradamente arreglada, pero buscaba resaltar su enorme busto a través de escotes o camisas ceñidas. Cuando empezamos a hablar traté de no espantarla, dando mi atención a todo lo que quisiera contar. Y cuando se cansó de contar y contar... empezó a preguntar. Lo primero que me preguntó fue por mi estado civil. Cuando respondí su pregunta, hubo silencio. Pensé que esta sería una de esas situaciones en las que una vez más, una potencial amiga me tiraría la puerta por la cara. Pero no, solo estaba pensando qué decirme para que fuera yo quien no saliera corriendo.
LA PRIMERA CITA.
Después de llevar más de 6 meses hablando solo por chat, ambos coordinamos nuestros horarios y decidimos encontrarnos en una cafetería cerca a su casa. Ese primer encuentro fue, por no decir más, decepcionante para ambos. Hago referencia a este evento porque, a pesar de ser el primer beso, nada salió como se esperaba. Ella tuvo la iniciativa y me besó apenas me vio; no era eso precisamente algo que yo deseara recibir de sopetón. Su perfume era penetrante y se mantenía en mis labios, por más que me bañé la cara. Eligió la ropa más adecuada para una primera cita, eso sí: su escote me tenía embobado y la forma en la que apoyó sus enormes senos sobre la mesa los hacía ver como un par de melones llenos de lujuria, deseando ser probados. Por la misma forma en la que las cosas se dieron, se presentó una discusión días después, y dejamos de hablar por unas semanas.
LA SEGUNDA CITA Y LOS MOMENTOS PREVIOS.
Cuando empezamos a hablar de nuevo, me di cuenta de algo: la cita planeada en exceso era una muy mala idea. Así que decidí empezar a sorprenderla con visitas esporádicas: una vez llegué a su pequeño negocio, otra vez, como un pretendiente quinceañero, fui a esperarla a su casa. En más de una ocasión fui a ayudarle a cerrar. Valga la pena decir que, a pesar de ser profesional, por la falta de opciones de trabajo se dio la pela de abrir en un local un pequeño negocio que, como cualquier negocio que esté arrancando, tiene pocas ganancias. Pero a pesar de eso, ella sigue insistiendo.
Un día que llegué a ayudarle a cerrar, me pidió que encendiera la luz de la trastienda mientras ella cerraba la entrada principal y hacía arqueo de caja. Casi no encuentro la luz, y apenas la encendí, el resto de las luces se apagaron. Ella las había apagado. Me llamó y me dijo al oído: "en medio de la penumbra es cuando los amantes pierden el pudor". Y empezó a besarme apasionadamente. La situación era propicia como para soltar el freno, pero antes de soltarlo, lo apreté más duro, susurrándole al oído "pero tú sabes cuál es mi situación". Ella me tomó la cara y me dijo "eso no me importa. De este dulce panal de miel quiero aunque sea probar un poco". No entendí qué me quiso decir exactamente en ese momento, imaginé que lo decía por la atención y el esmero con el que estapa pendiente de ella. Así que decidí soltar el freno y dejarme llevar por esa yegua desbocada que es la lujuria.
Quise replicar lo que ella estaba haciendo conmigo: sus hábiles manos habían desabrochado mi cinturón mientras me tenía entretenido besando, lamiendo, chupando sus enromes senos mientras jadeaba de gusto; jadeos interrumpidos por besos apasionados que eran empujados por su mano, acariciando mi sexo, el cual cada vez más, se ponía grande, duro y húmedo. Al tratar de desabrochar su pantalón para poder acariciarla también, me sujetó la mano y me dijo "hoy no puedo darte lo que quieres. No preguntes por qué", así que supuse cuál era la razón. Pero acto seguido me susurró al oído "no te preocupes: te voy a dar la mejor sensación que hayas tenido en tu vida"
Me bajó los pantalones y mis bóxers quedaron en las rodillas. De pie como estaba, vi como ella se arrodillaba ante mí y empezaba a lamer mi miembro como si fuera una paleta. Luego, con mucho cuidado, empieza a chuparlo, buscando que sus labios y su lengua le dieran más de ese lubricante que lo mojaba.
Tomó con su mano la mía, la colocó en su cabeza e hizo que la empujara, que mi brazo llevara los movimientos de cadencia que necesitaba para explotar. Me miró, se puso de pie y empezó a besarme nuevamente. No podía distinguir mi propio sabor en sus besos, pero ella quería más de mí. El cadencioso movimiento fue continuado por sus manos, mientras me decía "avísame cuando estés a punto de terminar". Y eso hice.
Apenas le susurré que ya estaba a punto de llegar al orgasmo, prácticamente se tiró de rodillas al suelo y su boca se abalanzó sobre mi sexo... que estalló en lo profundo de su garganta.
"She said you'll see me later, yeah you'll see me later
Will you see me later seemed all too soon
And then he smiles, he knows honey's coming back
Honey's going to want some more angel food"
Se quedó ahí, succionando, en un instante que me pareció una eternidad. Sentía que me estaba escurriendo con cada embate hasta que, saciada y satisfecha, se levantó ante mí, besándome nuevamente. Me dijo "gracias mi amor, sabes muy rico, gracias por esa dosis de belleza y juventud que me acabas de dar". No podía dar crédito a lo que acababa de escuchar, pero la sorpresa más fuerte vino después, cuando me dijo "quiero que vengas más seguido y que me alimentes con esa comida de ángel que sale de ti".
Mientras me decía cuánto me deseaba y me seguía besando, yo solo podía agradecerle a la vida haberla conocido. Pero lo que yo no sabía es que lo que yo había recibido en bandeja de plata, había sido negado a muchos. Y como ella me confesó días después, se enamoró de "esa seriedad, esa responsabilidad ante la vida, lo centrado que eres", frente a jóvenes y viejos libidinosos que solo querían chuparle las tetas y penetrarla para abandonarla luego como un pedazo de carne.
Acaricié su rostro y le di un largo beso, recordándole que no podía prometerle nada. Ella solo contestó: "para tener la mejor leche, no necesito comprar a esta vaquita. Porque sé que volverás a mí".
Han pasado varias semanas, y aunque la he llamado varias veces, en pocas me ha atendido: al parecer, lejos de haber salado su negocio, quedó bañado en un dulce maná de amor y prosperidad.
"Honey white, honey white
Tell me how is your angel food
Honey white, oh honey white
She says it's sweet and good
Honey white, honey white uh
Honey white, the sweetness starts to fade
Honey white, honey white
Thought you could get away"
Espero poder volver. En algún momento el dulzor de la miel será consumido por su deseo. Y allá estaré dispuesto a ser un empaque lácteo que alegre su deseo.
(C) 2017 Andrés Madero.
(C) 2017 Andrés Madero.
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