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Gatita


"I work in the mornin', i work in the night
The men on the block, they just laugh at me
I work in the mornin', i work in the night
The men on the block, they just laugh at me

But when they're wiping their silver spoons
Palming the men for some bread,
I'll be laughing
Way, way out of my head!"

Uno de los reproches de la protagonista de mis deseos es que trabajo mucho. Que pareciera no querer descansar. Pero como se lo decía en algún momento, "cuando has sufrido el desempleo, lo último que quieres es estar de ocioso mientras ves cómo los ahorros van acabándose". Y sí, trabajo a todas horas porque siendo mi trabajo hacer producción intelectual, puedo hacerlo en cualquier lugar. Solo necesito un computador y un espacio para sentarme a crear.


"When my little kitty gets out,
There's gonna be a party, a party no doubt
When my little kitty gets out
There's gonna be a party"

Cuando llegó el día anhelado, ese 15, pensé que no podría ver a esta dulce princesa y mucho menos, que pudiéramos entregarnos al placer carnal que disfrutamos cada vez que llegaba el día. Pero una increíble sucesión de situaciones hizo que ese deseo se convirtiera en realidad. Nos encontramos, fuimos juntos a tomar un café y a charlar mientras dejaba de llover; no esperábamos que esa sofocante tarde tuviera un trance intensamente pasado por agua.

Recordamos que deseábamos hacer el amor mientras lloviera, así que fuimos corriendo a buscar un hotel en donde poder desahogar nuestro voraz apetito recíproco. Creo que a la próxima evito el afán de buscar uno: caro y malo son dos palabras que no deberían juntarse en nuestras salidas. Nunca. Pero con todo y eso, por primera vez ocurrió algo que creí nunca vería.

Existen muchas mujeres que sienten una fascinación casi que obsesiva por los gatos. Algunas inclusive se portan como gatas (es decir, solo aparecen cuando necesitan algo y apenas lo tienen, se van sin mirar atrás), pero hay algunas que no lo manifiestan nunca. O bueno... casi nunca. Y eso justamente pasó ese día. Una inesperada expresión de amor que, creo, no veré en ninguna otra mujer mientras viva.

Mientras cada uno desvestía lenta y cariñosamente al otro, acariciándolo, besando cada centímetro de piel, nuestros cuerpos desnudos empezaban a rozarse con ganas de sentirse como si fueran uno solo. Mientras ella gateaba sobre la cama, quitándome la única prenda que me quedaba encima (mi ropa interior) y chupaba mi miembro como quien come una golosina, empecé a escuchar un sonido extraño. Extraño pero familiar. Recordé a Cherrie, mi gata, que hace el mismo ruido cuando está con ganas de mimos. Y cuando esta mujer cambió de posición, abriendo sus piernas para poder hacer a un lado su tanga y penetrarla, al entrar en su vagina no gimió. Fue lo más parecido a un discreto maullido de satisfacción, que aumentaba de intensidad con cada embate de mis caderas hacia su cuerpo. Y en medio de la frenética y acompasada faena de placer que nos daba este inesperado encuentro, paré para besarla suavemente y mirarla justo a los ojos, preguntándole: "¿estás consentida, mi amor?". Su respuesta fue casi, casi como un maullido. Ella no ha visto a mi gata; cada vez que iba a mi apartamento Cherrie se escondía y evitaba ser vista por ella. Irónicamente ese maullido (que en realidad fue un gemido de aprobación) solo lo había escuchado de mi gata cuando llueve copiosamente y el sonido de los truenos la asusta. Coincidía entonces, que estuviéramos en la misma situación, en medio de un aguacero con visos de tormenta, y un espíritu gatuno que, hasta ese día, había estado tremendamente escondido. Consecuentemente con la situación, hicimos el amor suavemente y, cuando mi amada tentación carnal cambió de posición y se hizo sobre mí, estallamos en un orgasmo conjunto que, literalmente, dejó las sábanas mojadas. Nuestro cansancio nos llevó a dormir abrazados mientras pasaba la tarde y, luego, el ruido del tráfico nos despertó al inicio de la noche, marcando el final de una cita donde el sexo no faltó, pero la ternura hizo a un lado la pasión desaforada que cada cita era protagonista.

Y sí, esa inédita gatita prendió la fiesta de forma sutil, recordándome que en el sexo, una respuesta tierna en el momento indicado puede ser la mejor forma de disfrutar ese placer carnal.

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